jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Y el resto de la Llamita?



Relato periodístico literario

En la ciudad, un hombre con características andinas subió al autobús y sólo quedaban sitios en los asientos desdoblables. Extrañado observó su entorno y decidió sentarse en el suelo. Las personas empezaron a murmurar cosas desagradables: “Miren a ese indio ignorante”, “por qué dejan subir a esa gente que huele tan mal”, “por qué estos indios no se quedan en su pueblo”. Me sentí enojada al comprender que nuestra mayor fortaleza es también nuestra mayor debilidad: la diversidad cultural.

Fue entonces, cuando recordé la visita que realicé, hace poco, a una comunidad andina.





El “Yatiri” (brujo andino, también lo llaman “Gran Chamán”), explicó un ritual que iba a realizar en honor a la postulación de una nueva autoridad para la comunidad. Para los que no entendíamos la lengua originaria (Aymara) un hombre nos informó que el Yatiri sacrificaría una Llama (animal andino), primero le abriría el pecho, luego le arrancaría el corazón y lo tomaría entre sus manos, posteriormente le quitaría el cuero y finalmente lo quemaría; si el cuero se volvía en cenizas rápidamente significaría que el postulante tendría una buena gestión; si tardaba un poco, se presentarían dificultades y si el cuero no lograba volverse en cenizas o el fuego se apagaba, sería una mala gestión.

Totalmente aturdida, decidí acompañar a las personas que se retiraban del lugar, ninguno de mis conocidos decidió hacer lo mismo por lo que me quede sola escuchando lo que decían los otros, horrorizados comentaban que era un rito cruel, sanguinario y sin sentido. Decidí alejarme y tratar de quitar de mi mente la imagen de un corazón latiendo y arrojando sangre por todas partes en la mano de alguien, es bastante cruel me dije. Pero para la comunidad aquello era una forma de saber qué pensaba la naturaleza acerca del postulante a líder. Pasaron 25 minutos y me informaron que todo había terminado.
 Al volver observé en el suelo un charco de sangre y un cuero ardiendo fervientemente, me pregunté dónde estaba el resto de la Llamita.

El Yatiri se pronunció y su traductor volvió a explicar, había llegado la hora de ver en la cabeza del postulante a nuevo líder y en las cabezas de sus invitados principales. No entendí nada. Sólo sentí una mano en el hombro que me alineó a una fila. No sabía lo que me esperaba y tenía ganas de salir corriendo, pero el rito inició.

El Yatiri puso sus manos llenas de sangre en la cabeza del postulante, realizó un silbido extraño y luego dijo algo que no alcancé a oír. Llegó mi turno y el Yatiri, a través de su traductor, me pidió que agache la cabeza; logré observar una especie de moneda en una de sus manos y en la otra un extraño objeto rectangular; poso sus manos sobre mi cabeza, silbó y… me dijo que me relaje porque no podía ver nada. Respiré hondo y trate de relajarme, silbó nuevamente y me dijo que yo era una persona que se preocupaba demasiado por todo y que eso no era del todo bueno, me hablo de mi salud y otras características más de mi personalidad.

El diagnostico final era favorable, las personas que rodeaban al postulante, en su mayoría no tenían malas intenciones.

Sólo quedaba ver el cuero de la Llama, todos se dirigieron hacia el mismo, lo observaron, y empezaron a festejar. El nuevo líder era bienvenido a la comunidad. A lo lejos observé a dos mujeres que traían la carne cocinada del animal sacrificado para compartirla con toda la comunidad y seguir festejando.
A partir de esa experiencia entendí que lo que las personas murmuran en las calles es sólo incomprensión, pues no han estado cerca de estas culturas, no han sentido su mística y su forma de ver al mundo, puede parecernos cruel pero no podemos darnos la libertad de creer que son menos que nosotros o que no saben nada. Ellos simplemente ven al mundo y a su naturaleza de manera diferente.

 Definitivamente cuando visite a esa comunidad yo era la persona que se subía a un extraño autobús, me sentí perdida, aturdida, aterrada y no sabía lo que tenía que hacer; es un mundo diferente. Y cuando alguien de una cultura andina visita la ciudad siente exactamente lo mismo, lo mínimo que podemos hacer es ser tolerantes, ayudarnos a comprendernos y tratar de amar nuestra diversidad cultural.   

Gracy

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