jueves, 12 de diciembre de 2013

Templarius Iluminatus



Cuento 

A la sombra del viejo árbol de la plaza Colón se encontraban dos jóvenes vestidos con largas capas verdes, en medio del pecho, tenían una cruz negra de contorno azulado. Luz Ángela y Marcelo eran personas de buen paladar y apetito, por lo que antes de comenzar la búsqueda comerían varios platillos de la gastronomía K`ochala.



El Santo Grial había sido cuidadosamente escondido en la ciudad de Cochabamba, por fortuna ahora tanto Luz, como Marcelo, contaban con dos smartphones gemelos. El GPS ahorraría momentos bochornosos de preguntar las calles y seguir indicaciones incorrectas de personas que aseguran conocerlas.

La primera pista conducía a Narati, una discoteca. Llegaron al lugar y todos pensaron que se trataba de estudiantes de Slytherin que se habían escapado de Hogwarts. Marcelo puso cara de pocos amigos cuando oyó que el ritmo del merengue invadía el lugar. Finalmente Luz Ángela se percató de que en el techo había un ángel pintado que señalaba directamente hacia la Catedral de la plaza 14 de septiembre.

Sin perder tiempo ambos subieron al batimóvil que dejaron estacionado en la puerta de Narati.

Ya en la Catedral, Marcelo empezó a revisar la planta baja, mientras Luz Ángela subió al campanario. Marcelo vio al segundo ángel, de inmediato le tomó una fotografía y se la envió a Luz Ángela. Ella bajó las gradas a trompicones y le dijo con seriedad y mostrando su celular en alto:

-          ¡Esta fuera de foco!
-          No importa, ya estás aquí, léelo por ti misma- ambos sonrieron.

En ese momento, leyeron en voz alta el pergamino que llevaba en las manos el segundo ángel: “Anugal Yalala”. Durante largos minutos pensaron que se trataba de antiguo sánscrito, pero finalmente Luz Ángela se iluminó y dijo: ¡Laguna Alalay!

Por fortuna, el batimóvil era sumergible, así que el único inconveniente eran las macrófitas. La búsqueda se extendió durante más de dos horas, pero finalmente ante sus ojos se alzó una gran estatuilla, el tercer ángel, que esta vez traía consigo un gran cofre.

Marcelo abrió el cofre y encontró una rosa, un Santo Grial y un viejo pergamino, rápidamente desenrolló el pergamino y leyó las palabras “Eres tú”.

Y fue así como se descubrió que Jesús tenía hijos, hijos a los que les dejó como herencia una rosa, un pergamino y un Santo Grial que contenía su sangre, por lo que si alguien dudaba, bastaría una prueba de ADN.

Los corazones de ambos se agitaban violentamente, en parte por el descubrimiento y en parte porque era septiembre y los dos estaban camotes.
Luz Ángela vio como Marcelo se quedaba estupefacto, por lo que tomó el pergamino, lo leyó nuevamente y dijo: - ¡Dios mìo! ¡Jesús era churco!


Gracy

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